Las pinturas de Marcela Pittner nos llevan a mirar hacia arriba. Hacia las cúpulas de Buenos Aires con sus querubines, sus veletas, sus cruces y sus campanarios. Por allí asoma el cielo diurno o nocturno. No es una mirada habitual. La ciudad nos atrapa con su densidad problemática y nos sume en sus laberintos de chatura.
El arte trata de ofrecernos otra realidad; en este caso, más diáfana y enaltecedora, que eleva la mirada por encima de los bloques opresivos de la arquitectura urbana, que prolongan, a su vez, los de nosotros mismos. En esta temática que la artista aborda hallamos toda una metáfora existencial. Mirar hacia arriba es superar la contingencia cotidiana y buscar horizontes más elevados.
La artista se vale de los recursos tradicionales de la pintura -que conoce bien- y plantea en sus perspectivas, siempre cambiantes y originales, una forma expresiva superadora de cualquier realismo literal. No reniega de la representación sino que la lleva a trascenderla sin alterar por ello una percepción normal de realidad, no forzada ni distorsionada.
Por eso no deja de haber un verdadero desafío en sus planteos, ya que se vale de lo que se ve, según se lo vea. De tal modo, no altera la naturaleza constitutiva del objeto de la visión, sino la manera de acceder a ella.
El objeto pintado pasa a ser un pretexto para movilizar al sujeto, llevándolo a situarse en perspectivas que difieren de lo usual. Su pintura se transforma entonces, en una indagación sobre ella misma y sobre nosotros; al tiempo que hallamos en ese abordaje una alegoría que supera la situación perceptiva individual situándose en un orden superior más amplio.
Su representación no es realista sino simbólica ya que a través del objeto material de su mirada se ponen en situación valores y virtudes que se corresponden con la imagen de un país que supo ser grande y de elevadas miras en todos los órdenes y que ha caído en una intrascendente supervivencia. ¿Dónde están aquellas creencias que hicieron la grandeza argentina? A dónde se fueron? ¿Qué queda de ellas, más que su pura materialidad?
Estas pinturas, de apariencia calma y serena, ocultan la agitación de un drama nacional que a todos nos afecta, filtrando en términos plásticos su situación trágica. El arte siempre transfigura la realidad, que en los términos clarividentes de Nietzsche se hace presente en un eterno retorno, como tragedia o como comedia.
Mirar hacia arriba constituye un verdadero esfuerzo; pero ésa ha sido, en todos los tiempos la pretensión del gran arte al llevar la exigencia hasta alcanzar lo bello, lo bueno y lo verdadero. Como decía André Malraux, "el arte puede ayudar a tomar conciencia de la grandeza que uno ignora de sí mismo" Es, en ese sentido, la superación del desencanto y del nihilismo, al orientarse hacia una elevación de horizontes. Tal cual lo hacen estas pinturas que ahora Marcela Pittner presenta llevándonos física y metafóricamente a mirar hacia arriba.
Fermín Fèvre
Buenos Aires, marzo de 2004